ELOGIO DE LA MAQUETA. ARQUITECTURA DIMINUTA, ARQUITECTURA INMENSA
Nuestra especial predilección por las maquetas viene desde los primeros años como estudiantes en la Escuela. Ya entonces, la necesidad de plasmar ideas -propias o ajenas- en un objeto tridimensional de escala menuda suponía un reto que ayudaba a concentrar, y por tanto a intensificar, las intenciones y estrategias de los proyectos sobre los que se estaba trabajando o investigando. (Fig. 01).
Además de mediante sus planos, era necesario ‘materializar’ el proyecto en, al menos, una maqueta. No tenía que tratarse de un modelo de grandes dimensiones porque, como bien ha escrito y con frecuencia defiende Alberto Campo Baeza, «para un verdadero arquitecto, una idea cabe en una mano» (Fig. 02):
Mil veces he repetido a mis alumnos el poema de Blake donde para expresar que debemos soñar nos dice: «To see a world in a grain of sand»: ver un mundo en un grano de arena. Pero inmediatamente añade: «hold infinity in the palm of your hand»: abarcar el infinito en la palma de tu mano. Pues algo de esto, de abarcar en una mano esa idea traducida a forma arquitectónica, es lo que pretendía con este ejercicio.[I]
Desde entonces, tanto en nuestro trabajo profesional como en nuestra actividad docente, consideramos las maquetas como unas herramientas que no solo son tremendamente útiles, sino más bien necesarias (Fig. 03). Porque la maqueta debería ser fundamentalmente eso, una herramienta; un objeto casi siempre imperfecto, cambiante, en constante proceso, fruto de unas ideas que van madurando, asomándose, afianzándose y enriqueciéndose con el paso del tiempo. (Fig. 04)
Nos interesan casi todas las maquetas. Pero consideramos especialmente valiosas aquellas que llamamos ‘de trabajo’, las realizadas con materiales que permiten ser trabajados ágilmente con las manos, las que son asequibles económicamente, incluso las más modestas, siempre que transmitan una evolución conceptual y supongan una búsqueda e investigación concienzudas, bien en lo urbano, lo formal, lo espacial, lo material, lo constructivo, etc. (Fig. 05)
No por casualidad la madera ha sido tradicionalmente, y aún sigue siendo en la actualidad, uno de los materiales más adecuados y recurrentes a la hora de realizar maquetas de arquitectura (Fig. 06). Lo avalan su asequibilidad y sus múltiples posibilidades de trabajo y manipulación, así como sus innumerables formatos, texturas, colores, veteados…: maderas macizas, contrachapadas, aglomeradas, de balsa, corchos, en varillas, al natural, tintadas, pintadas, etc.
Quizá debido a nuestra fe en las cualidades físicas, sensuales y constructivas de la arquitectura, confiamos igualmente en ese mismo carácter al enfrentarnos a su representación más menuda. De hecho, la maqueta debería trascender la mera ‘representación’ o ‘sustitución’ de una realidad -ya sea esta pasada, presente o futura-, para aspirar a transmitir, de la manera más pura posible, unas inquietudes, actitudes, intenciones y estrategias vinculadas a un determinado proyecto en sus múltiples vertientes (lugar, escala, forma, espacio, materialidad, construcción, etc.). (Fig. 07)
Esta primera reflexión, a partir de un pequeño objeto tangible de las dimensiones y cualidades consideradas según la ocasión, supone un ejercicio previo tremendamente fructífero que permite hacerse numerosas y diversas preguntas que de otra manera no serían posibles, o al menos serían distintas. (Fig. 08) Obviamente nos referimos, de manera fundamental, a las infografías. Determinadas imágenes, a veces innecesariamente espectaculares, ofrecen una visión excesivamente parcial de los proyectos, llegando en ocasiones a construirse como meras ‘escenografías’, de manera que únicamente sean observadas desde un punto de vista concreto. La maqueta permite contemplar y palpar globalmente el proyecto en su totalidad, además de manipularlo fácilmente de manera literal, en el sentido de sobarlo, de manosearlo. Por tanto, maquetas e infografías no deberían ser excluyentes, sino más bien complementarias.
Pero, más allá de lo disciplinar, creemos que las maquetas tienen una cierta cualidad lúdica que de alguna manera nos remite a nuestra infancia y por tanto fomenta nuestra empatía hacia ellas. Seguramente eso tenga algo que ver con que, habitualmente, los clientes las aceptan con agrado.
Existen tantas clases de maquetas como usos y momentos se dan en el complejo proceso de cualquier proyecto: maquetas meramente conceptuales, ‘de trabajo’ o ‘finales’, urbanas, constructivas, maquetas que hablan principalmente de la configuración de un espacio, maquetas que pretenden estudiar una volumetría general o resolver una esquina concreta, etc. (Fig. 09)
Desde la modestia de este texto queremos reivindicar todas ellas hoy, un tiempo en el que pudiera parecer un tanto anacrónico o incluso romántico. Pero nada más lejos de la realidad. La maqueta no caduca, y actualmente es un medio de trabajo y experimentación vigente, práctico y tremendamente utilizado en los estudios y las Escuelas de Arquitectura de todo el mundo. Centros de referencia internacional, como el TU Delft (Holanda), cuentan entre sus principales instalaciones con talleres de maquetas realmente magníficos, dotados de espacios y herramientas admirables. (Fig. 10)
Los nuevos materiales y técnicas (control numérico, corte por láser, impresión 3D, etc.) han aportado nuevas posibilidades que conviven diariamente con las más manuales, artesanas y tradicionales. Como siempre, es necesario conocerlos y dominarlos para sacar lo mejor que nos pueden ofrecer.
Por todo ello, viva la arquitectura de las maquetas -ya sean de madera o no-, tan diminuta como inmensa.
[I] CAMPO BAEZA, Alberto: Establecer el Orden del Espacio. Editorial Mairea/ETSAM/UPM, Madrid, 2013.
Editores del post: Maderayconstruccion
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